Disfruto mucho viajar por la zona conocida como «Camino de los siete lagos» en el sur argentino, como a cuatro horas de mi casa. Una particularidad de esta ruta es que a veces te encuentras rodeado de montañas y otras veces estás por encima observando lagos desde una altura considerable. Creo que en mi ministerio he atravesado y aún atravieso por una ruta similar, a veces en picos de gozo y otros en valles de ansiedad; pero con los años he aprendido por la gracia del Señor a sacar provecho de ambos momentos. Cuando vemos las cosas desde un punto alto, todo resulta más sencillo, pero el asunto es cómo avanzamos cuando no tenemos una clara visión sobre lo que se avecina. La ansiedad tiende a ganar la batalla del corazón y no cede fácilmente, de hecho, muchas veces parece instalarse allí para siempre.
¿Qué es la ansiedad?
El pastor Jordon Willard dice, «la ansiedad suele ser el estado de sentirse abrumado por lo que está ocurriendo o por lo que podría ocurrir… La ansiedad suele mirar al futuro con temor y miedo»[1]. Estoy de acuerdo con esto, es más, creo que está definido de una manera simple y que encuentra su apoyo en la Palabra de Dios. Y en su sentido original es un vocablo que transmite la idea de «atraer en diferentes direcciones, distraer, y por ello significa aquello que cause esto, un afán, especialmente ansioso»[2]. Uno de los textos más conocidos sobre la ansiedad se encuentra en 1 Pedro 5:7 «echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros». Entonces, Pedro está diciendo que hay algo que no podemos controlar nosotros pero sí puede hacerlo Dios: El futuro, lo que ocurrirá, lo que no sabemos. La ansiedad se genera por tomar conciencia de una incapacidad para controlar lo que vendrá. Es en la misma línea de pensamiento que Jesús habla sobre esto en Mateo 6:31, «por tanto, no os preocupéis, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”». Todas son preguntas que tienen que ver con el futuro. Y los pastores lidiamos también con el temor al futuro, los pastores batallamos con un sinnúmero de situaciones que afectan el estado de ánimo y provocan ansiedad: «¿Qué predicaré? ¿Cómo confrontaré a Eduardo y Alicia con su paternidad descuidada? ¿Qué diré en la reunión de miembros sobre el descuido de la iglesia en sus responsabilidades? ¿Cómo diré “no” al grupo de hombres para no descuidar el tiempo con mi esposa ya acordado con antelación? ¿Cómo hablo de asuntos económicos sin ser tomado a mal?
Los pastores están incluidos
Cuando Pedro habló de echar la ansiedad sobre Dios, comenzó su argumento dirigiéndose a los ancianos, «por tanto, a los ancianos entre vosotros…» (1 Pe. 5:1). Luego de una breve lista de características esperables para los ancianos que incluye la exhortación a cuidar de la grey, también les habla a los jóvenes instándolos a estar sujetos a estos ancianos. Entonces, el apóstol hace un llamado general a vivir revestidos de humildad en el trato mutuo; e inmediatamente cita Proverbios 3:34, recordando que Dios está en contra del soberbio pero que favorecerá con su gracia a los humildes. Los pastores incluidos. ¿Enserio? Sí, enserio. Los pastores somos exhortados a la par que los demás. Los pastores necesitamos mantener esta vestimenta de humildad y ser, sin lugar a dudas, quienes deberíamos modelar esto a la congregación. Jesús modeló esta actitud a sus discípulos cuando se ciñó la toalla y lavó los pies de cada uno de ellos ante sus miradas sorprendidas para luego indicarles que debían seguir su ejemplo (Jn. 13:12-15). Y los momentos de ansiedad son una de las mejores oportunidades para demostrar la dependencia del Señor con humildad.
El orgullo de la ansiedad
Naturalmente al atravesar un momento de ansiedad se está más disponible a recibir aliento y palmadas de empatía que una reprimenda por soberbia. Sin embargo eso es justamente lo que subyace en las palabras de Pedro. «Echando» es un gerundio que comunica una acción que demuestra la obediencia (en este caso) a un mandato, «humillaos» (v. 6). De la misma forma que «hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre; sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo» es una demostración de la obediencia al mandato de ser llenos del Espíritu en Efesios 5:17-21.
¿Hay secretos para vencer la ansiedad?
Quizá no los llamaríamos así, pero ciertamente existen pasos a seguir para ser victoriosos:
Cedemos el control
La manera que mostramos nuestra humillación es dejando las cosas bajo el control de Dios y no reteniéndolas con ansiedad como si pudiéramos controlarlas. Una actitud opuesta a esto es soberbia; es desligarse del cuidado de la poderosa mano de Dios, es vivir controlando el timón de mando en una negativa a reconocer que las situaciones más difíciles y angustiantes del ministerio pueden estar en mejores manos que las nuestras.
Aprendemos a esperar
Los pastores necesitamos entender que Dios es el Señor del tiempo. El exalta cuando es el tiempo correcto (1 Pe. 5:6b). Pablo dice que «la tribulación produce paciencia» (Ro. 5:3) y Santiago que «la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Sgo. 1:3) y todo pastor ha de saber perfectamente que la paciencia es un tesoro imprescindible para el ministerio (1 Tes. 5:14).
Recordamos la providencia divina
La «poderosa mano de Dios» que describe «poder soberano de Dios que actúa en y a través de los ancianos de la iglesia, así como en la experiencia vital de su pueblo»[1], es un recordatorio de que los pastores precisan mantener una teología bíblica fresca durante sus momentos de ansiedad. Requiere un repaso y meditación periódica sobre quién es Dios, sus perfecciones. Solamente recordar que la mano de Dios está mencionada con relación a la liberación del pueblo de Israel de Egipto (Ex. 3:19-20; 13:3-16) será un poderoso antídoto ante cualquier situación dolorosa y atemorizante.
Dejamos de hablar y oramos
Cuando Jesús se refirió a la ansiedad en Mateo 6, Él dijo que nos afanamos hablando «por tanto, no os preocupéis, diciendo…» La realidad comprobada es que cuánto más hablamos de las cosas que nos preocupan, más ansiedad provocamos y menos dependencia del Señor quien «sabe que tenemos necesidad de estas cosas» (Mt. 6:32). Como Ezequías quien llevó las cartas blasfemas de Senaquerib ante la presencia del Señor en oración (2 Re. 19:14-19), así también deberíamos hacerlo los pastores. Todas esas preocupaciones que repetimos a nuestras esposas o a los líderes que nos acompañan o a otros pastores colegas en lugar de derramar el corazón ante el Señor en oración, son las que incrementan la ansiedad ministerial.
Evaluar con inteligencia
Humillarnos es la mejor opción y la más inteligente y sabia. No solamente porque no hacerlo pondrá a Dios en franca oposición a nosotros sino porque también tenemos al diablo de enemigo como un león rugiente (1 Pe. 5:8). ¿Te das cuenta? ¿Quién en su ministerio quisiera tener no solo al diablo como enemigo sino también a Dios como opositor? No podemos evitar los ataques diabólicos, pero será mucho mejor hacerlo estando bajo la poderosa mano de Dios que fuera de ella por una soberbia que no admite dejar la ansiedad en Su presencia.
Ánimo pastores
Hermanos no dejemos que la ansiedad, el temor a lo que no sabemos, gane la batalla sobre la bendición de vivir bajo la poderosa mano de Dios. Recuperemos el hábito de orar sin cesar, de echar las innumerables inquietudes y desafíos en la presencia de Dios. Extendamos delante de Él todas y cada una de nuestras inquietudes y hagámoslo de manera frecuente y continua. Conversemos con Dios y ejercitemos la humillación de formas prácticas, evitemos divulgar nuestras cargas y temores si no han sido escuchadas por el Señor antes que por los hombres. No consultemos enseguida con carne y sangre, dependamos del brazo de Dios que no falla. Lancémonos confiadamente al aprendizaje de la paciencia a través de las pruebas que gritan por una vida ansiosa. Esta es la mejor manera de resistir firmes en la fe (1 Pe. 5:9) ante los rugidos del diablo y es también la forma de vida ejemplar ante nuestras congregaciones y hermanos que batallan también con otras formas de ansiedad.
[1] John MacArthur, 1 Peter, The MacArthur Commentary, (Chicago: IL, Moody, 1988). [1] Jordon Willard, https://www.pastorscenter.org/blog/battling-anxiety-and-depression-in-pastoral-ministry-part-1/ [2] W. E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de Vine, (Nashville: TN, Nelson, 2007).
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