Una perspectiva desde las epístolas pastorales
II. La confrontación del pastor a las herejías y a los falsos maestros
El apóstol Pablo no solamente expresó con discernimiento cuáles eran los peligros que enfrentaban Timoteo y Tito y las iglesias que pastoreaban, sino que también trazó un plan de batalla consolidado. Claro está que «cada uno de estos pastores poseían personalidades distintas y entornos diferentes, sin embargo la realidad es que la oposición muestra una coherencia notable, lo que se traduce en una conexión evidente en las directrices de Pablo»[1]. Para una apreciación más ordenada será provechoso dividir por partes la respuesta a la pregunta sobre cuál sería la posición de un pastor frente a los falsos maestros siguiendo estas directrices paulinas.
La Palabra de Dios y el evangelio como doctrina
No es ninguna sorpresa que esta sea la dirección principal y, sin embargo, es necesario verlo plasmado en las epístolas. El apóstol le recuerda a Timoteo que retenga «la forma de las sanas palabras» (2 Ti. 1:13), este es uno de los primeros encargos serios. La forma es «hupotupōsis, que se utilizaba del esbozo de un escritor o del boceto de un artista, que marcaba las pautas y normas de la obra terminada»[2]. No hay dudas que las Escrituras son ese estándar al que Pablo se refería, las que «pueden hacer sabio para la salvación» a un pastor (2 Ti. 3:15) debido a su origen inspirado (3:16). A Tito le comunica lo mismo pero en una forma práctica, como parte del requisito de un anciano (Tit. 1:9).
«Las falsas enseñanzas siempre requerirán vigilancia para identificar cualquier idea que se oponga a la Palabra de Dios»[3], y para eso un pastor tiene que tener un excelente y creciente conocimiento de las Escrituras en general. La sana doctrina se refiere a la sana enseñanza y requiere conocimiento y preparación para identificar lo opuesto. Esto está perfectamente relacionado al encargo que Pablo hizo a los ancianos de Éfeso; él los encomendó «a Dios y a la palabra de su gracia» (Hch. 20:32); siempre «las Escrituras del Antiguo Testamento fueron un testimonio poderoso del poder de Dios para cuidar de su pueblo en las peores circunstancias»[4] .
Sin embargo, en el corazón de esta enseñanza se encuentra el evangelio. En las epístolas el evangelio está enseñado con mucha claridad (1Ti. 3:16; 4:1–5, 7-10; 2Ti.1:9–10; 2:11–14; 3:4–7; Tit. 2:11–14). Ciertamente Pablo no usa el vocablo «evangelio» directamente, como tampoco lo hace en otras de sus cartas. A los Romanos les habla de la justificación por la fe al igual que a las iglesias de Galacia. Sin embargo en las Epístolas pastorales, «doctrina» es el vocablo que se relaciona con el evangelio, el cual es adecuado para dirigirse a un pastor porque «cuando se comprende que Pablo está escribiendo a dos amigos de confianza, miembros de su círculo íntimo que ya conocen el evangelio, este énfasis no es sorprendente»[5]. Un pastor que estudia el evangelio y aprende a conocer todas sus implicaciones para su vida y la vida de la iglesia estará funcionando como un buen protector.
El evangelio plasmado en la conducta cotidiana
Cuando se examinan las epístolas pastorales por separado, sigue habiendo hilos conductores que permiten conectar ideas las cuales señalan cosas que orientaron a Timoteo y a Tito en su momento contra los falsos maestros, pero que sirven con el mismo propósito para los pastores e iglesias en todo tiempo. Uno de estos, conjuntamente con el que fue tratado más arriba, es cómo la conducta se ve afectada por la enseñanza. Pablo describe una serie de conductas en 1Ti. 1:9–10 que contrasta con «la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito» (v. 11).
Dentro de lo que Pablo escribe a Timoteo para que «sepa cómo debe conducirse en la casa de Dios» (1 Ti. 3:14) se encuentra el mandato a que las mujeres se atavíen «con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad» (1Ti. 2:10). El carácter irreprensible requerido para los ancianos (1Ti. 3:2; Tit. 1:6) es otra demostración de esto. Quizá las afirmaciones más categóricas se encuentran en Tito. Allí Pablo dice que algunos «profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan» (Tit. 1:16); y, por otro lado, aquellos que han sido alcanzados por la gracia de Dios han renunciado a la impiedad y a los deseos mundanos de este siglo para vivir sobria, justa y piadosamente (Tit. 2:11–12). Una persona puede estar demostrando con su conducta lo contrario a lo que afirma con sus palabras, lo cual es uno de los puntos más fuertes de Jesús en el sermón del monte acerca de los falsos profetas (Mt. 7:16–20). Tanto un pastor como una iglesia pueden estar protegidos si ponen atención a esto siendo que una de las características obvias es que los creyentes deben ser «imitadores de Dios como hijos amados» (Ef. 5:1). Si esto es una falencia en aquellos que pretenden erigirse en líderes o maestros, o quienes influencian a la iglesia de alguna manera hoy día inclusive por el mundo digital, entonces el pastor debe velar por cuidar su rebaño de esta clase de personas.
El cuidado por un liderazgo calificado
No es para nada casual que el contexto anterior a la exhortación de Pablo a Timoteo sobre cómo conducirse en la casa de Dios (1Ti. 3:14) esté enfocado en las características de un liderazgo calificado, tanto de los ancianos como de los diáconos (1Ti. 3:1–13). En 2 Timoteo, Pablo esboza otras cualidades de los hombres fieles que incluyen la idoneidad y el perfil de un soldado, un atleta, un labrador y un obrero (2 Ti. 2:1–15) y a Tito también le detalla las cualidades de los ancianos antes de expresarle inmediatamente el por qué, «porque hay muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores…» (Tit. 1:5–10). También debían ser hombres de sobriedad, con prudencia, sanos en fe, en amor y paciencia (Tit. 2:2).
Pero es importante destacar el hecho de que en todas estas listas y mandatos se observa el aspecto de pluralidad de los ancianos. Este es un punto crítico para batallar con mayor efectividad contra los falsos maestros en la iglesia local. Desde que en Hechos 20 Pablo «no le advirtió a un hombre los peligros que le esperaban a la iglesia, sino a un grupo de hombres […] el liderazgo plural aumenta la habilidad de la iglesia de permanecer firme»[6]. Entonces, un liderazgo calificado es también un liderazgo plural. «Los pastores deben velar por este compromiso tomando la iniciativa para orientar a prospectivos hombres que servirán, hombres comprometidos con el pastoreo del rebaño con el carácter necesario para el ministerio»[7]. Esta trayectoria de traspaso y sostenimiento de un liderazgo calificado permitirá a la iglesia una protección adicional y divinamente ordenada porque el Señor cuida así de Su Iglesia.
(Continuará)
[1] Mounce, Pastoral Epistles. Mounce pregunta «¿cómo debían responder Timoteo y Tito a los problemas de sus iglesias? Las EP no dan una respuesta uniforme a esta pregunta porque la situación que había detrás de cada carta era única». La división que hace Mounce en lo que respecta a los problemas heréticos que enfrentan los pastores es la que sirve de guía en este ensayo para mejor provecho de los temas a abordar.
[2] John MacArthur, 2 Timothy, The MacArthur New Testament Commentary (Chicago, IL: Moody Press, 1995), 30.
[3] Jeramie Rinne, Los ancianos de la iglesia (Washington, DC: 9Marks, 2015), 61.
[4] Alexander Strauch, Liderazgo Bíblico de Ancianos (Littleton, CO: DIME, 2001), 161.
[5] Mounce, Pastoral Epistles. Una vez más, Mounce menciona «este énfasis en el hecho de la doctrina, en el canon de la verdad que juzga falsos a los adversarios, aunque intensificado por las situaciones históricas de Éfeso y Creta, en esencia no difiere de lo que se encuentra en otras partes de Pablo».
[6] Phil Newton y Matt Schmucker, Los ancianos en la vida de la iglesia (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2014), 51.
[7] Phil Newton, La iglesia mentora (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2017), 136.
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